La consigna fue que los alumnos resumieran todo lo aprendido durante el año en un juego de ajedrez.
En todas las universidades, aulas y claustros del país, e
sta época está signada por el espíritu de maratón: llegan los exámenes finales. Los alumnos tienen que poner el cuerpo, la cabeza y su energía para aprobar las materias que cursaron du
rante el año. Sin embargo, los docentes de la cátedra de Morfología II de la carrera de Diseño gráfico de la UBA encontraron un modo de hacer ese trance más creativo. Los estudiantes tienen que aplicar todos los contenidos que vieron en la materia y mostrar su destreza en un juego de ajedrez. Los resultados son que los tableros y las piezas de alfiles, caballos, peones, reinas,
reyes y torres figuran entre los más variados y exóticos del mundo. “Si llega un p
sicólogo a esta aula y ve los trabajos de los alumnos, se hace un verdadero festín”, dice la profesora María Eugenia De Genaro.
La cátedra de Morfología II indaga en el estudio de las formas y trabaja en niveles como la segunda y la tercera dimensiones. Por eso, el trabajo final de la materia consiste en una entrega donde los alumnos tienen que poner a prueba todo su ingenio para diseñar un ajedrez: las piezas, el tablero y el packaging. Ahora, los resultados de esos trabajos están expuestos en los inmensos tableros del aula 226 del Pabellón III de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU). Hay un ajedrez de extraterrestres y nave nodriza, otro minimalista de alambre, uno de papel y otro tallado en finísima madera.
Lorena Rosales, que tiene 26, y Fernando Escobares, de 21, idearon un ajedrez musical: en lugar de piezas tradicionales, hay corcheas negras. La caja para guardar el tablero se transforma en un piano de cola. “Antes de realizar el trabajo, tuvimos una etapa previa que fue el diseño de las fichas de ajedrez en dos dimensiones. Después, llega el diseño en 3D y la concreción del proyecto, que es el gran desafío”, dice Escobares, que pensó que la mezcla de cuerdas y corcheas con acrílico rojo y negro sería una buena combinación de material, precios y colores.
El titular de la cátedra, César Pereyra, sostiene que su laboratorio de diseño tiene combinación de dosis: “El primer capital que tenemos en la cátedra es el entusiasmo y
la voluntad de los docentes. La segunda, que hace sinergia con esa, es la maravilla creadora de los estudiantes”. Los docentes De Genaro, Florencia Friedrich, Leonardo Di Dio y Yamila Murán Leivas son los que evalúan los trabajos de los chicos, que echaron a mano también a todo tipo de materiales: madera, metal, acrílico, yeso, alambre, papel plegado, canutillos, acetato, corcho, madera. “Ya vimos tantos ajedreces que sólo nos motivan los trabajos donde se pueda decir mucho con muy poco”, dice Di Dio. A su lado, sobre un tablero de ajedrez donde compiten latas de gaseosa Pepsi contra Coca-Cola, De Genaro asiente: “Ninguno se parece a otro. Siempre hay sorpresa”.
“Cuando cursé la materia, también hicimos este ejercicio. Todavía lo tengo guardado en casa”, dice Di Dio. Las notas finales estarán listas recién el martes: los docentes le podrán nota a cada trabajo y los alumnos podrán ver qué hicieron sus compañeros de aula. “La evaluación contempla lo característico del trabajo de diseño: que existen múltiples soluciones y todas son buenas. Lo importante es que los chicos aprendan a mirar y a ser creativos”, dice Pereyra, con 30 años de docencia. Por eso, seguramente, cada estudiante tendrán un aprobado en su libreta, no habrá juegos de guerra entre profesores y alumnos y nadie podrá cantar jaque mate.